lunes, 15 de julio de 2013

Rajoy se cree un moderno señor feudal

Esperpéntica comparecencia del presidente del Gobierno con el ‘caso Bárcenas’ en su apogeo. Mientras el extesorero del PP acumula pruebas en la mesa del juez Ruz sobre la financiación irregular del partido que sustenta al Ejecutivo (con el propio Mariano Rajoy como figura destacada), el dirigente popular saca su vena autoritaria y se molesta por tener que dar explicaciones: “No se le puede pedir al presidente del Gobierno que desmienta cada una de las afirmaciones de cada uno de los protagonistas de este caso. El Estado de derecho no se somete a chantajes, y punto”.

 
El ‘caso Bárcenas’ está cada vez más cerca de su clímax. El ingreso en prisión del extesorero del Partido Popular ha precipitado los acontecimientos. Bárcenas no quiere ser el chivo expiatorio de un gigantesco escándalo de corrupción que no tiene un único culpable como se afana en limitar la cúpula del PP. Traicionado por los mismos que hasta hace nada defendían su honorabilidad, Bárcenas ha abierto la boca. Los indicios se acumulan sobre la mesa del juez Ruz. Y Rajoy y el PP harán muy mal en hacerse los ofendidos y negarlo todo. O bueno, como diría Rajoy en una de sus antológicas comparecencias, “no es cierto, salvo alguna cosa”.

 
Cada vez que el presidente del Gobierno se pronuncia sobre el ‘caso Bárcenas’, por cierto sigue sin decir el nombre de su extesorero (nombrado por él mismo), nos evoca a Scarface (Al Pacino). Brian de Palma rodó en 1983 una de las mejores, y más violentas, películas sobre la mafia en la historia del cine. En España, se optó por traducirla como ‘El precio del poder’. Y Rajoy, precisamente, no está dispuesto a pagarlo. Como una molesta garrapata se ha adherido al sillón de La Moncloa como si se tratara (eludiré el término dictador para no herir sensibilidades) de un señor feudal.
Desde que ‘El Mundo’ asegurara el pasado 18 de enero que la cúpula del PP había recibido sobresueldos y ‘El País’ publicara trece días después las fotocopias de la contabilidad B del PP, el nombre de Luis Bárcenas ha protagonizado y casi monopolizado la vida política española. De nadie se habla más. No era un nombre nuevo. Ya aparecía como una destacada figura dentro de la trama Gürtel. El PP, con Mariano Rajoy al frente, salió entonces, sin embargo, en tromba para defenderlo.
Por ejemplo, Rajoy se deshizo en abril de 2010 en elogios hacia un Bárcenas que ya estaba desde febrero de 2009 imputado en la trama Gürtel que investigaba entonces el hoy ‘ajusticiado’ políticamente juez Garzón: “El Partido Popular quiere hacer un reconocimiento público a la magnífica gestión que durante estos años Don Luis Bárcenas ha prestado como gerente nacional y tesorero del partido y quiere agradecerle igualmente la lealtad que ha demostrado al partido y a sus dirigentes”.
Bárcenas acababa de cesar, de forma voluntaria, como tesorero del PP. Una renuncia ‘light’ que incluía una jugosa indemnización en diferido: 21.300 euros mensuales brutos. ¿No saben lo que es? Pregunten a De Cospedal, aunque igual tampoco les aclara demasiado. Bárcenas conservaba su despacho en la sede popular de la calle Génova, chófer y secretaria propios. No se había ido del todo, al menos hasta cuando se publicaron las fotocopias de la contabilidad B. Hasta entonces, el PP le cuidaba, le mimaba, le respaldaba al unísono. No convenía importunar a L.B., ‘Luis el Cabrón’, como aparece en la investigación a Francisco Correa, jefe del clan Gürtel.
El ingreso en prisión de Luis Bárcenas, que mora en Soto del Real desde el pasado 27 de junio, ha cambiado sustancialmente el panorama. El PP lucha por desmarcarse de su protegido extesorero. Ya se sabe que en toda organización con fines delictivos quien maneja el dinero tiene mucho poder y lo sabe casi todo. El tesorero siempre debe ser una persona de máxima confianza. Y Rajoy elevó, precisamente, a Bárcenas de la gerencia a la tesorería del partido tras el Congreso de Valencia de junio de 2008. De entre los miles de afiliados del PP, designó a Bárcenas. Él sabrá por qué. Si eso no demuestra una firme relación de confianza, que nos lo cuenten Cospedal o Floriano, aunque solo sea para echarnos unas risas con sus explicaciones.
‘El Mundo’, un diario nada sospechoso de socialista o comunista, publicó el pasado domingo 7 de julio una reveladora charla del director del periódico, Pedro J. Ramírez, con Luis Bárcenas semanas antes de mudarse a su nueva residencia: el centro penitenciario de Soto del Real. Bárcenas, que hasta entonces había negado la autoría y la verosimilitud de las fotocopias publicadas en ‘El País’ por un “acto de lealtad” al partido, admitía la financiación irregular del PP durante, al menos, los últimos veinte años y desmenuzaba el reparto de las empresas ‘donantes’ que buscaban a cambio contratos con administraciones públicas regidas por el PP.
“De acuerdo con esta versión, parte del dinero entregado se ingresaba en las cuentas bancarias del partido, parte se destinaba a pagar en negro el sobrecoste de las campañas electorales para eludir la fiscalización del Tribunal de Cuentas y otra parte se quedaba en la caja fuerte y era utilizado para ‘otros fines’ (…). El principal y más recurrente de esos ‘otros fines’ era el pago trimestral de sobresueldos en metálico al presidente, secretario general y vicesecretarios generales del partido”, señaló Bárcenas a Pedro J.
El canario empezaba a cantar. Siempre se necesita un delator para descubrir a organizaciones delictivas. El PP, acorralado, se revolvió contra su otrora protegido y gran profesional. Bárcenas se convirtió en el diccionario popular y en sus medios de comunicación satélites (‘La Razón’, ‘ABC’, ‘13TV’, ‘Intereconomía’, ‘COPE’…) en un delincuente y un chantajista. Curioso cambio cuando los dirigentes del PP y esos mismos medios habían pregonado en el último medio año, tras la publicación de los papeles de Bárcenas, la falsedad de los hechos.
 
El desquiciamiento del PP aumentaba tras la publicación en ‘El Mundo’ de papeles originales de la contabilidad B del PP que demostraban el cobro de sobresueldos por varios altos cargos, entre ellos Rajoy. Ni supuestos moderados como Alfonso Alonso, portavoz en el Congreso, pudieron controlar sus palabras. En una patética intervención en la Diputación Permanente en la pasada semana, aplicó el ventilador con una inusitada violencia verbal contra todos los partidos de la oposición. Rubalcaba, extrañamente hábil, acertó en la contestación: “Bárcenas es su delincuente”. Desde el ingreso en prisión de su extesorero, la estrategia política y mediática del PP ha sido, como mínimo, absurda: desligar por completo a Bárcenas del partido, dibujarlo como una figura que actuaba por cuenta propia sin conocimiento de la cúpula del PP. A Alonso y compañía solo les ha faltado decir que Bárcenas era, en realidad, un socialista infiltrado.
Pero los indicios siguen agolpándose. Los sms, entre mayo de 2011 y marzo de este año, publicados por ‘El Mundo’ ayer, domingo, demuestran la connivencia de Rajoy con Bárcenas. Sí, el presidente del Gobierno, incluso conocida la primera cuenta de su extesorero en Suiza, con 22 millones de euros de procedencia desconocida, apoyaba a Bárcenas de forma cálida: “Luis. Lo entiendo. Sé fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo”. No era un gesto aislado. En 2012, Rajoy mostraba su apoyo al extesorero al mismo tiempo que le pedía paciencia: Luis, nada es fácil, pero hacemos lo que podemos. Ánimo”.
En la misma noche electoral de las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2011, Rajoy, que se veía ya camino de La Moncloa, tuvo tiempo para contestar una felicitación de Rosalía Iglesias, esposa de Bárcenas: Rosa, gracias, eres un encanto. Yo estaré ahí siempre, al final la vida es resistir y que alguien te ayude, tampoco hacen falta muchos. Un beso, y otra vez gracias”. Resulta ciertamente muy curioso que Rajoy tuviera una relación tan estrecha con alguien a quien ahora cataloga de delincuente y al que felicitó, a través de su mujer, el 1 de septiembre de 2011, cuando el juez Pedreira decretó el sobreseimiento inicial de las causas por fraude fiscal y blanqueo de capitales: Muchas felicidades Rosa. Esperemos todo se confirme. Un abrazo y a Luis otro. Mariano”.
Si el PP está ahora tan seguro de la culpabilidad de Luis Bárcenas, ¿qué debemos pensar de estos mensajes? Rajoy, ¿se estaba comunicando, con ánimos claros, con un delincuente? ¿Es normal que un político que aspire a la presidencia del Gobierno, cargo que finalmente ha alcanzado, se relacione con alguien que considera un delincuente? Porque eso de que el PP no sabía lo que hacía su extesorero no se lo cree casi nadie, solo gente de la interesada ‘ingenuidad’ de Francisco Marhuenda (director de ‘La Razón’), Bieito Rubido (director de ‘ABC’) y similares prendas del pseudoperiodismo de partido. Y acusar ahora de chantajista a Bárcenas resulta curioso cuando leemos en ‘El Mundo’ consejitos del PP a su extesorero para que calle si no quiere ver a su mujer entre rejas. ¡Caray con los que dicen ser víctimas de un chantaje, solo les ha faltado soltar algún beso en los morros a lo Michael Corleone: “You broke my heart, Luis. You broke my heart”!
A Bárcenas convendría ponerle en un programa de protección de testigos. Ya se sabe que cuando el canario canta, sus enemigos tienden a liquidarlo. No me entiendan mal, no le veo ahorcado en su propia celda, pero sí, como está ocurriendo, vilipendiado por el PP al completo para culparle de todo. Bárcenas sabe mucho, ya dijo a ‘El Mundo’ que tiene material para hacer caer al Gobierno.
Rajoy, que ha digerido y entendido fatal la mayoría absoluta, como si suponga la imposibilidad de recibir críticas, se ha revuelto con rabia y estúpido orgullo contra las acusaciones vertidas por Bárcenas. Con el extesorero declarando en sede judicial, se ha despachado con una lamentable comparecencia pública tras una cumbre bilateral hispano-polaca. Con dos preguntas (la primera pactada con un medio amigo como ‘ABC’), ¿para qué más, verdad?, ha sentido que ha contado todo lo necesario. Su sentido democrático no le da para más. Actúa como un vulgar señor feudal que cree que atesora todo el poder por encima incluso de la justicia. Muy lejos queda de la ética mafiosa de Scarface o Vito Corleone, aquellos tenían, al menos, honor.
Más que los desmentidos del presidente del Gobierno, cuya trayectoria política está repleta de mentiras (Prestige, 11-M, subida de impuestos, recortes sociales…), me preocupa la desfachatez de un político que se muestra molesto cuando le preguntan por lo que no le apatece responder: “No se le puede pedir al presidente del Gobierno que desmienta cada una de las afirmaciones de cada uno de los protagonistas de este caso. El Estado de derecho no se somete a chantajes, y punto”.
Pues no, señor Rajoy, usted tiene que responder siempre, y más ahora cuando los indicios se amontonan a su alrededor. Si no tuviera nada que ocultar, no tendría por qué estar tan nervioso e indignado. Pero el moderno señor feudal de La Moncloa no admite injerencias de sus vasallos periodistas y ciudadanos. Desde luego, ¿qué nos hemos creído? Al ‘Padrino’, al señor feudal, no se le molesta. 
Bárcenas, desde Soto del Real y desde los juzgados de la Audiencia Nacional, no parece darse por enterado. A Rajoy y Cospedal les hice entregas en efectivo en 2008, 2009 y 2010” ha declarado al juez Ruz. ¿En concepto de qué? Si el señor Rajoy se piensa que vive por encima del bien y del mal y que no necesita explicarse solo va a conseguir una cosa: un insoportable y creciente malestar ciudadano con el que difícilmente podrá gobernar desde La Moncloa. La agitación que provocaría su dimisión ni se acerca a la que causa su permanencia como presidente del Gobierno. Porque el canario canta cada vez más alto y más claro, todos los mafiosos acaban en prisión y los señores feudales hace tiempo que desaparecieron.

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