domingo, 4 de agosto de 2013

Un Gobierno suspendido (fin de la cita)

Ni el servicial CIS aplaude la labor del Ejecutivo de Rajoy. La sociedad española reprueba a todos los ministros y al capitán que los dirige. Arias Cañete, con una pobre valoración de 3.25 sobre 10, es quien causa menor rechazo. Mientras, el presidente obtiene una nota de 2.45, la peor entre los principales líderes políticos de España. Siete de cada diez ciudadanos califican la gestión gubernamental como mala o muy mala. Y apenas lleva año y medio en La Moncloa. Pese al malestar social, el PP sigue encantado de conocerse.

 
Ahora que el Gobierno de Mariano Rajoy ha dado luz verde a una sustancial modificación de los criterios para la concesión de las becas, con notas mínimas más altas, debería pararse un momento a pensar por qué la mayoría de los ciudadanos suspendemos al presidente y sus ministros, tal y como constata el último barómetro del CIS. Porque ningún miembro del Ejecutivo aprueba, ni se acerca, el curso cuando ni se ha cubierto la mitad de la legislatura. El Gobierno de Rajoy está repleto de malos ‘estudiantes’. Los profesores, los ciudadanos, les suspendemos sin ambages.

Y la encuesta es aún generosa con los méritos del Gobierno del PP. Será que me muevo por sectores sociales humildes plagados de ‘peligrosos rojos’, pero en la calle no oigo más que críticas a Rajoy y sus chicos. Solo escucho palabras de aliento hacia el Gobierno a ciudadanos agradecidos con una situación económica muy solvente o personas con un sentimiento españolista exacerbado o con una percepción de la vida muy conservadora, los caladeros inquebrantables de la derecha en este país.
Hay, no obstante, muchos votantes del PP decepcionados, con sensación de haber sido timados en las elecciones generales de octubre de 2011. Rajoy presentó un papel mojado llamado programa electoral que lanzó sin rubor a la basura nada más instalarse en La Moncloa. Una indecencia política, una enorme falta de respeto hacia sus propios votantes que el presidente del Gobierno omite por su fuerza parlamentaria. Su incontestable mayoría absoluta le sirve para hacer lo que viene en gana incluso por encima del cabreo de muchos de sus votantes.
Vistas así las cosas, el CIS hasta se queda corto. Que un partido que alcanzó una clara mayoría absoluta hace menos de dos años tenga a todo su Gobierno con una valoración tan negativa del conjunto de la sociedad, es para mirárselo. ¿Creen ustedes que lo harán? No, el periodo de ‘autocrítica’ llegará cuando toquen las próximas elecciones, lo más tarde posible, por supuesto, aunque la corrupción inunde la cúpula nacional del PP y la crisis solo esté remontando el vuelo de manera tenue en los datos macroeconómicos.
¿Sabían, por ejemplo, que tras la Guerra Civil nunca se habían dado tan pocos créditos a empresas y familias en España? Ya me explicarán ustedes cómo va a reactivarse la economía si no fluye el crédito. ¡Qué fallo el mío! Que nos vienen muchos turistas (como si fuera algo novedoso por mucho que haya aumentado su presencia en las costas españolas) y que las exportaciones funcionan bien. Si el Gobierno se piensa que con el turismo y las exportaciones la crisis se esfumará, nos espera un negro porvenir que ni se acerca al descrito por el FMI con tasas de paro por encima del 25% hasta 2018.
Rajoy y sus ministros entienden el resultado de las urnas, siempre que les beneficie (claro), como una misión celestial de cuatro años inquebrantable a cualquier protesta y malestar político y ciudadano. Cuando lleguen las próximas elecciones, el PP confía en que sus cachorros votantes no se marchen del redil y cumplan con su sagrado deber de apoyar ‘a los suyos’ hagan lo que hagan después. Pero, ¿existen motivos para pensar en esa confianza tan desmedida a un proyecto político erosionado pese a su brutal poder parlamentario?
El presidente del Gobierno solo es fuerte en el Congreso. En la calle, su figura se ha diluido casi por completo al son de la evolución de la crisis y de la contabilidad B del PP elaborada por Álvaro Lapuerta y el ahora catalogado como delincuente Luis Bárcenas. El CIS, que nunca se ha caracterizado precisamente por atacar al Gobierno de turno, revela un dato que cuestiona, y mucho, los planes de Rajoy para agotar la legislatura: dirige un Gobierno que no merece confianza, empezando por él mismo.
El barómetro de julio, efectuado antes de la fútil comparecencia en el Senado para ‘explicar’ su relación con Bárcenas, refleja un espectacular varapalo para el presidente del Ejecutivo. Su valoración es la más baja, 2.45 sobre 10, de entre los principales líderes políticos de España. Un suspenso en toda regla para alguien que está encantado de haberse conocido y que no escucha las quejas de los ciudadanos, incluidos muchos de sus votantes en las elecciones generales que le auparon al poder.
Y no es un dato aislado. Todos los ministros de Rajoy merecen una abrumadora valoración negativa por parte de los ciudadanos, según apunta el CIS. Solo superan un pobre tres Miguel Arias Cañete (3.25), Soraya Sáenz de Santamaría (3.12) y José Manuel García Margallo (3.04). Hay ministros con una imagen social absolutamente carbonizada como el titular de Educación: José Ignacio Wert (1.58). Curioso que el mismo ministro que exige a los universitarios notas mínimas más altas para disfrutar de una beca no dimita cuando su valoración ciudadana como cargo público es tan deficiente. Ya sabemos, el doble baremo, lo que vale para un ciudadano normal, no sirve para un político.
Con una imagen tan quemada del Gabinete de Gobierno de Rajoy, es lógica la percepción mayoritaria de la sociedad española sobre su gestión. El 38.8% de los españoles la consideran como muy mala. Otro 30.1% como mala. Prácticamente, siete de cada diez españoles suspenden la labor del Gobierno de Mariano Rajoy. Y con poco más de año y medio en La Moncloa. Hay que ser muy soberbio para seguir pensando que todos estamos equivocados menos él, sus chicos y sus interesados aduladores mediáticos.
La política es la única actividad donde avanzas de curso pese a tener un incontestable suspenso. Pero las notas, pese a lo que piensan muchos dirigentes en España, son bastante más que los votos en unas elecciones. Imitando el estilo del escritor de los discursos de Rajoy: ‘Tenemos un Gobierno suspendido (fin de la cita)’.

BARÓMETRO DEL CIS DE JULIO.

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