viernes, 22 de mayo de 2015

Elecciones municipales: Me duele Valladolid

Una de las mayores alegrías que sueño (y confío) llevarme este 24-M se centra en mi ciudad natal, aunque ahora mismo no viva en ella. León de la Riva, alcalde desde 1995, con cinco mayorías absolutas consecutivas, no solo ha cambiado físicamente la ciudad (solo faltaría llevando veinte años en el cargo). Ha resucitado, con un estilo prepotente, provocador y poco democrático, todos los prejuicios políticos con los que convive la ciudad del Pisuerga en el resto de España. Me duele Valladolid.


¡Despierta Valladolid porque llevas veinte años (1995-2015) dormida!

¿Cómo era Valladolid en 1995 y cómo es ahora Valladolid en 2015?

León de la Riva, ginecólogo y político de profesión, se convirtió en alcalde de Valladolid tras las elecciones del 28 de mayo de 1995. Cuatro años antes se había quedado con las ganas. De la Riva, que se presentó por primera vez como candidato a la Alcaldía de Valladolid en 1991, ganó las elecciones con trece concejales. Le faltaron dos para la mayoría absoluta. Valladolid, gracias a un pacto entre PSOE e IU, siguió con alcalde socialista, con Tomás Rodríguez Bolaños (1979-1995), durante cuatro años más.

A mí todo esto me pilló siendo un chaval. Nací en marzo de 1979. Un mes después, se celebraron las primeras elecciones locales desde el final de la dictadura franquista. Entonces, el PSOE, con Bolaños como candidato, ganó las elecciones con el 39,8% de los votos. Bolaños fue el primer alcalde democrático de Valladolid. Y no lo hizo mal. Quienes vivieron aquella etapa, incluidos muchos votantes de AP (primero) y PP (después), no recuerdan a Bolaños con el gesto fruncido.

A mí, las elecciones de mayo de 1995 me pillaron todavía como menor de edad. Valladolid era entonces una ciudad con 334.820 habitantes, casi su máximo histórico (336.917 ciudadanos en 1994). La ciudad del Pisuerga era un importante núcleo industrial centrado en el sector de la automoción con Renault (la FASA, como siempre se la ha llamado en Valladolid) y Michelín como pilares. Existía comercio en el centro. Y en los barrios. Era una ciudad viva, en expansión (y no solo con la construcción de nuevos barrios). Era una ciudad joven.

Entre 1983 y 1997, viví en el Barrio de La Farola (zona sur de la ciudad, a escasos cinco minutos de El Corte Inglés del Paseo de Zorrilla). Posteriormente lo haría en el mismo Paseo de Zorrilla. La Farola, sin duda, era una buena zona. Con todo lo bueno de vivir en un barrio (centro de salud, colegios, zonas verdes, zonas comerciales…) pero sin vivir, como sucede en muchas nuevas urbanizaciones, lejos del centro dependiendo del coche. La Farola no era La Rondilla o Delicias, los barrios más tradicionales de Valladolid, pero era un barrio con vida, no simplemente un lugar donde ir a dormir como ocurre, a menudo, en las nuevas urbanizaciones.

Aquel Valladolid de los ochenta y primera mitad de los noventa, con Bolaños como alcalde, era un Valladolid en transformación. Era lo lógico, nada excepcional. Los españoles veníamos de donde veníamos, de la oscuridad, de una atroz dictadura que había dibujado un país gris y oprimido. Entonces, había ganas de cambio. Conformismo no era una palabra en el vocabulario de los españoles. En los últimos años, desgraciadamente, sí.


Tomás Rodríguez Bolaños, alcalde entre 1979 y 1995.
Una anécdota. La arrolladora victoria de Felipe González en las elecciones generales de 1982 se vivió también con mucha ilusión a orillas del Pisuerga. Mis padres, más de una vez, me han recordado aquella noche del 28 de octubre de 1982. En Delicias, barrio obrero por excelencia de la ciudad, se celebró el triunfo del PSOE. La gente gritaba de alegría. Había esperanza. No siempre Valladolid ha sido la ciudad conservadora en que se ha convertido y la han convertido.

Había mucho que hacer. Mis recuerdos de niño son de transformación de la ciudad. Valladolid terminaba hasta hace apenas dos décadas en La Rubia, donde se instalaban en Ferias (de San Mateo) las casetas regionales y las atracciones. Aquella era mi zona, la zona sur de la ciudad. Ha cambiado mucho. Ya lo hizo con Bolaños.

Estudié durante trece años (desde preescolar hasta COU) en el CCV-Maristas. Un ejemplo claro de que la ciudad estaba en transformación lo tenía enfrente de la puerta principal del colegio. Aparecía un amplio descampado donde, a finales de los ochenta, se instalaba los sábados el mercadillo. Un descampado que pedía a gritos un lavado de cara. Algo parecido sucedía en los terrenos donde se levanta El Corte Inglés de Zorrilla y su parque y centro cívico colindantes. En los ochenta, esa zona, cercana al río, era un cenagal más propio de un pueblo subdesarrollado que de una ciudad europea. 

Terminé mis estudios y (si no recuerdo mal) aquel descampado frente al colegio aún seguía intacto (poco después se eliminó y sustituyó por zonas verdes y deportivas). Pero lo cierto es que Valladolid, entre 1979 y 1995, había cambiado mucho. No era una ciudad moderna, preparada para afrontar el siglo XXI. Aquella labor (dos décadas después algo olvidada y menos recocida) le correspondió al socialista Bolaños, a menudo con productivos pactos con el PCE (entre 1979 y 1983), el CDS (1987-1991) e IU (1991-1995). Bolaños se dedició a que Valladolid fuera, efectivamente, un municipio con servicios de ciudad moderna. Bolaños no ejecutó obras faraónicas. Fue simplemente (y ni más ni menos) el alcalde de los vallisoletanos, el alcalde que necesitaba Valladolid en esos años. 

El deterioro de la situación política en España, con los constantes escándalos de corrupción en los últimos años del Felipismo, modificó el electorado en Valladolid. Aunque no tanto como se vende en el resto del país. He estudiado (en la Universidad y, posteriormente, un posgrado) en dos ciudades distintas. Siempre he presumido de vallisoletano. Y siempre lo haré. Por temas familiares y de amigos, mis raíces siempre serán vallisoletanas. Pero, en la Universidad y cuando cursé un Máster, siempre tuve que replicar (con poco éxito, ya se sabe el peso de los prejuicios) aquel famoso latiguillo.

¡Ah, eres de Fachadolid!”. No sabe usted, señor lector, lo que me jode que me digan eso. Porque yo (y muchos vallisoletanos) estamos en las antípodas de ese pensamiento político. 


León de la Riva, en la Alcaldía desde las elecciones de 1995.
Valladolid, sin embargo, se empeñó en llevarme la contraria en las urnas. Viró a la derecha de la mano de un personaje, Javier León de la Riva, con un carácter que se ajustaba (y se ajusta) muy bien al tópico de Fachadolid. ¿Por qué? 

¿Y qué podía argumentar a mis compañeros y amigos de clase de Asturias, Euskadi, Galicia, Extremadura o Andalucía? Yo replicaba que al PP nunca le sobraba ni un solo concejal para gobernar en el Ayuntamiento de Valladolid. Y no mentía. La mayoría absoluta se encuentra en los quince concejales. León de la Riva ganó las elecciones de 1995, 1999, 2003 y 2007 con los quince concejales justos. Uno menos, y a la oposición. Hace cuatro años, con el hundimiento del PSOE (la factura de la deficiente gestión de la crisis de Zapatero), se permitió el lujo de ganar dos ediles más. Una excepción. El PP, dentro de su hegemonía, también tiene a muchos vallisoletanos en contra.

Pero mi argumento, absolutamente válido, se derrumbaba cada vez que León de la Riva abría la boca (la bocaza) y sus palabras (tan polémicas) saltaban a la prensa nacional. Valladolid (una mayoría de vallisoletanos, desgraciadamente) había votado a un alcalde provocador, bocazas, machista, retrógrado... Una persona que me dejaba muy difícil mis charlas con amigos de otras ciudades y regiones para defender que Valladolid no era Fachadolid. Porque León de la Riva, verdaderamente, es un individuo que se ha confundido de tiempo. Hace medio siglo se habría encontrado como en casa.

Su éxito electoral tiene su explicación. Esa Valladolid que recuerdo de mis años en el colegio ha cambiado. Y no para bien. La aparición de León de la Riva despertó a algunos a los que parecía no importarles el calificativo de Fachadolid. Es más, les encantaba la personalidad de León de la Riva que, de inmediato, al más puro estilo José María Aznar, Esperanza Aguirre o Rita Barberá, se hizo acreedor de sumar filias y fobias con gran intensidad. Pues sí, qué quieren que les diga, a mí este tipejo me provoca náuseas, me hace muy complicado decir con orgullo fuera de Valladolid que soy vallisoletano. Y que soy, al mismo tiempo, un demócrata, una persona progresista, alguien que cree en la igualdad de sexos, un ciudadano del siglo XXI. Y que muchos vallisoletanos piensan lo mismo que yo.

Valladolid se sumó con fuerza al carro de la burbuja inmobiliaria. La ciudad, urbanísticamente, ha cambiado mucho. Y con grandes errores que explican por qué León de la Riva, por qué el conservador mensaje de León de la Riva, ha triunfado en Valladolid.

La ciudad contaba el pasado 1 de enero, según el INE, con 307.052 vecinos. Son casi treinta mil menos que los que se encontró León de la Riva en 1995. Y eso no puede ser bueno. No me vale la explicación del crecimiento de la población en los municipios de los alrededores. Es incompleta. Valladolid ha dejado de ser una ciudad de futuro. Valladolid se ha convertido en una ciudad apagada. Lo es por las políticas equivocadas de León de la Riva. Pero lo es también porque así lo ha querido y lo sigue queriendo. 

La población de mayor edad de Valladolid, de toda Castilla y León por extensión, es de lo más conservador de España. Exige casi un estudio sociológico explicarlo, pero la realidad es que al PP, que tiene en la tercera edad a su gran granero de votos, le ha convenido envejecer Valladolid. Ojo, también hay demasiados jóvenes contaminados por una ración de más de patriotismo español, abono para las filas del PP. 



Valladolid, contradiciendo a la novela de Cormac McCarthy que llevaron al cine los hermanos Coen con Javier Bardem (Oscar incluido), sí es ciudad para viejos. Bueno, en concreto, es ciudad para viejos censados en la ciudad. Los jóvenes, los que aún no han cambiado de aires, solo paran en Valladolid para trabajar, hacer compras y su tiempo de ocio. Pero no viven en Valladolid, han sido expulsados de la ciudad. 

Un dato. Hace apenas once años vivíamos (yo era uno de ellos) en Valladolid 94.672 personas que teníamos entre 15 y 34 años. Hoy en día ese número se ha reducido drástica y peligrosamente hasta 58.983 residentes en esa franja de edad.

No es este un artículo, en absoluto, contrario a la gente mayor. Mis padres ya se han jubilado, ya han entrado en eso que se llama la tercera edad. Todo mi respeto hacia la tercera edad, incluso aunque tenga ideas políticas contrarias a las mías (aclaro, no es el caso de mis padres).

Lo que se trata es de aunar la atención a la tercera edad con las generaciones más jóvenes. Eso no se ha hecho en Valladolid (sé que también en más ciudades). 

León de la Riva, a base de proyectos urbanísticos, de hacer obras (eso que les gusta tanto a muchos electores sin preguntarse si son necesarias y de dónde sale el dinero), se ha ganado mayoritariamente el voto de la tercera edad (tan poco dada a los cambios). Ha construido una Valladolid para la tercera edad, para jóvenes que solo vienen a trabajar (pero no a vivir) y para megalómanos proyectos absolutamente disparados.

Afortunadamente, la crisis frenó el Plan Rogers. Un disparate. Una cutrería innecesaria. León de la Riva se había propuesto soterrar el tren, crear un gran bulevard, construir más viviendas (por si no hubiera suficientes en una ciudad que pierde población) y levantar (por qué) rascacielos al más puro estilo de las metrópolis de Estados Unidos. Absurdo. Y caro, muy caro. La crisis, en este caso, salvó a Valladolid de un plan que no iba a ningún lado.

Una majadería más de León de la Riva. En su día, la llegada del AVE incluía cálculos (más que chapuceros) de que supondría incrementar la población de la ciudad hasta los 400.000 habitantes. De la Riva, hace ya sus años, pensaba que muchos madrileños, gracias al AVE, se vendrían a vivir a Valladolid. No ha sido así.

En eso ha estado pensando en estos veinte años el alcalde De la Riva mientras, por muchas obras que haya efectuado, ha deprimido a una ciudad que, cuando llegó a la Alcaldía, estaba menos arreglada y era menos bonita, pero tenía más actividad económica y más vida en los barrios tradicionales. Y, sobre todo, una ciudad que tenía FUTURO.

¿Qué le espera a Valladolid si persiste en el error de votar a León de la Riva? Otra mayoría absoluta de León de la Riva sería su muerte durante muchos años. Ya hablaremos en la próxima semana. Me duele Valladolid. 

Valladolid no puede tener otra vez a un bocazas predemocrático como alcalde, autor de una catarata de despreciables frases.

1 comentario:

  1. Absolutamente cierto todo lo que dices, a 24 horas de las elecciones autonómicas tiemblo si sale una vez más elegido, esto además de fachadolid...también se ha convertido en ranciodolid. Preveo que otro joven... ya no tanto... se irá.

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